David sabía que su llamado era a ser rey de Israel. Al momento, estaba corriendo por su vida, junto con los hombres que componían su ejército. Viendo que Saúl estaba cerca, decidieron entrar a una cueva y esconderse. Asombrosamente, Saúl entró a esa cueva para aliviarse, sin saber que David y sus hombres estaban allí. Que momento espectacular en la que David podría tomar el gobierno por la fuerza, o como sus hombres le sugerían, matar al rey y que el llamado se cumpliera. No obstante, se refrenó y esperó. Luego de que Saúl saliera de la cueva, David emergió detrás de él y lo llamó.
Esta historia alberga más substancia de la que se considera aquí, pero cuando leemos, el instinto de David fue el buscar refugio y esconderse; el ya se había refugiado en otras cuevas anteriormente. Pensaba que estando en la cueva le daba un sentido de seguridad y también proveía la oportunidad de cumplir su llamado cómodamente. Entonces ¿Por qué no tomó ventaja? ¿Cuál era el problema?
Todos tenemos situaciones en las que corremos a la cueva a escondernos. Hay situaciones, en las que tenemos que buscar un lugar seguro donde estar, y esperar. Pero usualmente, nos quedamos en la cueva y no salimos. Nos escondemos en nuestros temores y nos quedamos a obscuras, tronchamos la oportunidad de ver la mano de Dios de manera abundante y extraordinaria en nuestras vidas. David confrontó su situación, fuera de la cueva a plena luz del día.
Es tiempo de parar de correr, de dejar de esconderse, de salir de esa cueva y dejar atrás el pasado, las heridas, las cicatrices y enfrentar tus temores a plena luz del día. Postrarte ante Su presencia y entonces, sólo entonces el llamado de Dios para tu vida vendrá a ser una realidad. Si Dios lo dijo, se cumplirá, y no se esconderá.
Dios te está llamando hoy, afuera de la cueva.
“RESPIRA con expectación, VIVE con confianza y MUÉVETE con valentía”
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