Un día, Isaí le dijo a David: “Toma esta canasta de grano tostado y estos diez panes, y llévaselos de prisa a tus hermanos”. 1 Samuel 17:17
Esa mañana se despertó como de costumbre, se vistió y recogió sus bien conocidos instrumentos. Miró su cayado. Un palo resistente que tenía marcas que recordaba muy bien. Había dos en particular que irrumpían como llamando su atención. El cayado todavía mostraba algunas pequeñas manchas secas de sangre. Su mente vagó de inmediato a ese día al recordar la mañana, que francamente, era un día como éste, donde había hecho la misma rutina.
Aquel día fue a ocuparse del rebaño de su padre, era temprano; él utilizaba su cayado para guiar a las ovejas a los pastos. Las horas habían pasado y estaba sonriendo al ver las ovejas bebés jugando y siguiendo a sus madres. Su mente empezó a recordar cuántas veces él las había cargado, jugado con ellas. La ternura de ellas atrajo su corazón aún más cerca. La necesidad de que alguien se levantase por ellas para protegerlas y enseñarles el camino, fue una fuerza interior que se agitó en su alma e hizo su vida, aparentemente sin importancia, importante. Sus hermanos lo habían rechazado, y de muchas maneras, sentía que su padre no lo tenía en alta estima. Así que, cuando vio las ovejas, se vio a sí mismo. Él vio la necesidad de protección, de orientación y de amor. Supo que tenía que ser la voz de aquellos que no tenían ninguna. Y al ver a las ovejas jugar, una pequeña voz resonó en su corazón diciendo: “Esta es la manera en que Te amo y te protejo”. Y de inmediato comprendió que Dios había utilizado las ovejas para dar forma a su vida. El desdeño, el rechazo y la aflicción que soportó fueron los vehículos que Dios usó para transformar su vida.
En la multitud de emociones, recuperó el aliento y con determinada convicción en su espíritu llevó todas estas emociones y realizaciones dentro de sí. Se levantó y allí estaba; lo inimaginable estaba en su camino, un león. En una fracción de segundo, cada músculo de su cuerpo se preparó. Con los puños apretados, los ojos fijos en su objetivo, y como si sus pies estuviesen dirigiendo su alma, comenzó a correr hacia la bestia. No tenía nada en sus manos, sino su cayado. Su espíritu era el combustible de un impulso inexplicable. Y luchó contra el león, y lo mató. Defendió a los rechazados, a los desprotegidos, a los débiles y a los mansos. Ese día, con las manos llenas de sangre, hizo la primera marca en su cayado. Una marca que le recordaría el poder de Dios y su protección.
Y regresando de este divagar, se levantó pensando que sería como de costumbre. Pero entonces su padre le pidió ir a ver a sus hermanos al frente de batalla contra los filisteos. Entonces David se levantó y se dirigió al encuentro de sus hermanos, llevando consigo lo que él pensaba que era sólo una canasta de grano tostado. Pero ese día, con cayado en mano, salió a cumplir su destino.
Así que, ten en cuenta, lo que podría parecer como una mera canasta, podría ser la clave para el mejor momento de tu vida y no solo una canasta de grano tostado.
“RESPIRA con expectación, VIVE con confianza y MUÉVETE con valentía”
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© Copyright Danny Maldonado, 2011
Las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, derechos de autor © 1996, 2004, 2007 por Tyndale House Foundation. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., Carol Stream, Illinois 60188. Todos los derechos reservados.